Perdida entre mis letras percibí una sombra y vislumbre una luz, escribía sin saber muy
bien porqué, nada tenía sentido…
las palabras se agolpaban en mi mente
como un remolino de inquietud.
No era yo, ni tan solo una quimera, pero sí, alguien que aparece y que irrumpe en tus pesadillas provocando desazón en tu interior. ¿Qué era si soñaba azorada, el
cansancio o mi propio abatimiento?
Miré la luna y observé las estrellas, me sentí cómo brisa marina, y al instante me encontré, perdida entre el silencio y la fusión del fuerte oleaje y la fresca espuma del mar.
Miré la luna y observé las estrellas, me sentí cómo brisa marina, y al instante me encontré, perdida entre el silencio y la fusión del fuerte oleaje y la fresca espuma del mar.
Comprendí
que no era la ataraxia de un recodo de mi mente, si no, quizás la
efimera pesadumbre que albergaba en el fondo de mi alma como una espina
que te desgarra.
Qué efímero el camino de luz que deja la luna al reflejarse en el agua, y el arrebol que sonámbulo camina dormido, y alarga
los brazos hasta llegar a la luz tenue de tonos rosados que precede justo antes de la salida del sol.
Sólo
un acendrado logra conseguir tantas sensaciones en una sola noche sin
prosa ni letras, y llega a comprender que no es un sueño ni una
pesadilla; sino la vida misma que interfiere en las páginas en blanco y deja que las palabras fluyan en tu interior.