El día después


Oigo a través de la ventana el ritual, los aplausos, pero no acepto la dinámica. No son mis parámetros. Estoy absorto. "Se necesita como catarsis", como redención, escribirán algunas líneas. "Que no nos quiten eso", añadirán otras líneas. Solo veo un patético taller sentimental, un hacer comunidad que nos proponen como un juego sacado de una película. ¿Quién hará defensa de la razón? Sonrisas entre balcones: las evito más que al virus. "Tú y yo nos comprendemos", dicen. Y ya estoy viendo el chisporroteo que a mi pupila salta de tu pupila marrón. No, no quiero que me comprendas, no me lances el garfio. Yo paso. Ruído que ensordece a las emociones inadecuadas: así me suenan los aplausos.

Muchos no aplauden ya. La tragedia les sacudió y el ruído les molesta. Encierran su tristeza detrás de una ventana cerrada. Que no entre el aplauso en su pena. Que no escape el silencio de los cuartos. ¿Qué se cuece -pienso- ahí dentro? Esa ventana lejana tiene mi respeto. ¿Y el hastío? Se oxida el futuro y me cantáis resistiré. ¡Bah! Pero la rabia no tiene taller. No puede ser reparada. Os dejo con vuestros aplausos.

Nos veremos el día después. ¿Haremos recuento? ¿Fulanito del tal? ¡Presente!

Y vítores...

Cuidaos.

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