Un gemido se oye en Siria.
En sus familiares muros
han bordado una lágrima azul,
cuajada de festones infantiles.
Diminutos ojos, negros y apaisados,
se apagan entre un rumor de aviones y pestañas.
La fría luz del alba no conoce a sus hijos
y la tímida mecha de un farol se desangra.
Solo un ángel, transparente y pequeño,
dibuja un juguete invisible con luz de estrellas
en el aceitunado rostro,
óvalo inocente que llora en silencio.