Hay tontos que dicen que la Comunidad Internacional debe estar atenta.
Alguien con inteligencia la llamó Leviatán. Ni hay comunidad, ni es
internacional. Mucho menos se da la falta de atención. Al contrario,
globalización uniformadora disuelve como en ácido clorhídrico la
diversidad de lo social. Coercitiva, maligna, sin escrúpulos, está bien
atenta: como que es ella quien planifica, dicta y dispone la estrategia sobre
el tablero. Tiene un fin claro: un fin oscuro. Sacrificio humano, extinción
de cada noble anhelo del corazón, aniquilamiento de la voluntad,
humanicidio. El individuo ha de ser sometido. Los directores han
encontrado la herramienta política perfecta. Se llama marxismo cultural. El
ser pensante es desde ahora el paradigma de la aberración, el pensar es el
pecado intolerable de un mundo arrasado. A los directores no les interesa
en absoluto acabar con los totalitarismos. ¡Justo lo opuesto! Trabajan para
imponerlos, son el fétido aliento intelectual de la tiranía. Una legión de
ignorantes los jalean. Mientras tanto, damos pasos gigantes hacia la
esclavitud. Vamos a sentir esto en escalada exponencial. Se siente la
angustia bullir bajo el espejo pulido de las ilusiones: ya tiembla la
superficie del lago. ¿Cómo se puede ser optimista? Uno querría, como
tantos, fiar la justicia a una institución universal, pero esta cosa fue
usurpada desde el principio por una entidad que nada tiene que ver con el
bien, la verdad y la justicia: se llama ONU. La ONU es la sepultura de la
justicia...o la sepulturera. ¿Cómo confiar a la ONU la restitución de ese
anhelo universal? Lo global es lo opuesto a lo universal. Pobre Siria, pobre
Venezuela. Pobre humanidad.