Tus manos


Me encamino en la larga fila para postrarme ante ti. Es Sábado de Pasión y como es tradicional te bajaron de tu camarín para que tus fieles tengan un «Vis à Vis» contigo. Cortos pasos y largas paradas me acercan a ti. Es tiempo de introspección, de pensar que te voy a decir o pedir, otros charlan amenamente siguiendo el ritual impuesto por la conciencia colectiva en tiempos de cuaresma; yo en cambio, necesito descargar mi alma.
Ya estoy dentro del templo y posado sobre la estrella de mármol del suelo, que asemeja a una rosa de los vientos buscando el Norte, el vértice septentrional te apunta directamente.
Eres el rumbo a seguir, cual Estrella Polar que muestra el camino se salvación a puerto seguro.
Me acerco poco a poco y mientras, pienso en los millones de personas que se postraron ante ti en los casi cuatrocientos años de tu existencia, rezando, llorando sus penas, dando gracias, implorando perdón, suplicando ayuda. Esa fe colectiva que mueve montañas está impregnada en tu policromía, en tu encarnadura, mostrando las luces y sombras de nuestra propia fe.

Unos se arrodillan, otros te miran directamente sin pudor, pero todos se inclinan con respeto: admiración, embelese, contrición. Fino lino limpia carmines y babas, pero no el profundo amor de esos labios que dicen te quiero, con presión suave, certera o tímida que no es «osculum» ni «basium», sino una dimensión nueva del beso que inventaron tus creyentes.

Miro tus manos y tu rostro con esos desconchones, Divino Cisquero… esas imperfecciones de oleos y barnices no muestran el paso del tiempo en la madera, no es desgaste, sino el sufrimiento de los sevillanos que llevas en tus carnes, desgarrándote cual millones de azotes por cada una de nuestras angustias.

Ya estoy ante ti, y me sobrecoge tu presencia. Quiero estrechar tus manos como a un viejo amigo, con ese «gracias» por todo lo que has hecho por mí, por mis plegarias oídas, por esa cálida caricia que diste a mi alma. ¿Cómo puedo pedirte más? Y sin embargo aquí estoy otra vez pidiéndote que me tomes nuevamente entre tus manos, que disipan tribulaciones, que ahuyentan problemas. De nuevo quiero sentirme arropado por ti, abrazado por esas dulces manos llenas de piedad, amor y salud, para descargar mis congojas en tu pecho.

A pesar de mis problemas, mi salud es fuerte, pero cuando un día lo tomes a bien, llévame de tu mano para estar siempre contigo.

¿Qué te ha parecido?

Artículo anterior Artículo siguiente


__________


¿Te gustan los contenidos de LETRA LIBRE? Forma parte y aporta lo que quieras.


¡GRACIAS!