Por Kino Navarro
el suavizante declina los verbos y la lavadora
no perdona ni un segundo.
Luego toca tender el dolor con pinzas
y que la lluvia no haga presencia,
así no duele la centrifugadora del alma.
Le tengo pánico al detergente líquido
de tu amor mientras se destiñen los sentimientos
sin necesidad de aplicar lejía. Y el sol no aparece.
la lavadora sigue su curso y se extienden los versos
a temperatura incontrolable. Me quema.
Descansar, parar, dejar de observar patéticamente
como todo se diluye en nada.
Ahora toca otra colada, la de tus besos perdidos,
la de los abrazos incesantes, la de tantas cosas.
Siguen cayendo gotas. Tocará mañana tenderte.
No tengo secadora que seque esta esclavitud.
Tantos nombres por tener que lavar, tantos,
que la cabeza pronuncia imperfectas conjugaciones.