Por Lola Cebolla
Existen momentos en la vida inesperados, para bien o para mal lo que fue, deja de serlo. Es difícil adaptarse a lo nuevo, la realidad ya no se puede observar y analizar desde la misma perspectiva y es quizás ese factor sorpresa el que nos hace sentir vivos.
Momentos en los que es mejor permanecer observando, analizando, absorbiendo y comprendiendo la nueva situación.
Cuando el cambio es negativo, existe una reflexión hacia dentro, un diálogo interno que nos mueve a buscar razones, excusas, culpables y responsables en los que el mundo se convierte en nuestro mayor enemigo y nos sentimos demasiado pequeños para combatirlo. Desaparecen relaciones, nos aferramos a lo que fuimos y nos sentimos perdidos.
Es entonces cuando la creatividad se agudiza para buscar salidas y posibles soluciones, todo nuestro ser se vuelca en cambiar la situación y recobrar el equilibrio. Una tarea realmente agotadora pero muy productiva, de aprendizaje, superación y reencuentro con el camino que abandonamos. Realmente la insatisfacción parece ser la fuente, la búsqueda de cambio. La creatividad expresa, grita todo lo que queremos cambiar, lo que es y lo que debería ser, lo que fui y lo que quiero ser. Cambia el mundo, lo transforma y lo modela convirtiéndolo en un lugar mejor para vivir.
El giro de vivir de ese estado para otro mejor produce cierto vértigo, produce hasta pánico, tanto que incluso existen personas que son incapaces de sentir plenitud y permanecen atascadas y aferradas en su tristeza, en sus crisis, sin permitir que la felicidad forme parte de sus vidas. Es un momento de abandono, que cuando ocupa un periodo demasiado prolongado nos acomoda y reconforta. Ya manejamos la situación y cambiarla podría suponer perder el falso equilibrio que alcanzamos.
Cuando finalmente el cambio positivo se produce, nos relajamos y disfrutamos de cada instante, la mente deja de buscar y luchar convirtiendo el mundo en el lugar maravilloso que siempre debió ser. Por arte de magia todos los enemigos desaparecen y sentimos todas nuestras energías para enfrentar cualquier problema que nos encontremos.
Sin embargo, la creatividad en este punto parece haber desaparecido, la búsqueda cesa y con ella el esfuerzo que empleamos. Es un periodo de transición, la identidad ha cambiado y con ella las percepciones de uno mismo, de los demás. Periodo en el que se repite el proceso, en el que hay que parar para observar, analizar y absorber todo lo nuevo. Sí, realmente es todo nuevo. Nada será como antes, y aunque regrese a momentos peores, será imposible volver.