Por C.R. Worth
Se informaba de todos los concursos literarios para enviar sus escritos y como muletilla torero lanzarse al ruedo editorial. La mayoría de las veces las bases de los concursos no se ajustaban a lo que él ya tenía escrito, o eran demasiado cortos, o demasiado largos, o la temática no era la adecuada, etc. Era realmente frustrante.
Un día recibió un correo de un amigo en el que le avisaba de un certamen literario del ayuntamiento de su ciudad con un suculento premio monetario. El tema era el adecuado para participar con un relato que ya tenía escrito, pero era demasiado corto para poder concursar. A pesar de editarlo poniendo el tipo de letra adecuado y la distancia entre líneas que pedían, no daba ‟la talla”. Distanció los párrafos, pero seguía sin tener el número de páginas requeridas…
Entonces le vino la idea genial, como tenía mucho diálogo en la historia decidió que su personaje principal fuera tartajoso, y ento-to-to-to-ton-ces una línea se convertía en cuatro. Poco a poco su per-per-per-per-so-so-so-na-na-na-je le dio el número de páginas que necesitaba para mandar el escrito al concurso.
Que ganara, eso ya es otra historia.