La vida es un juego de verbos no comprometidos

A Rosa Montesinos por su alegría sublime
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.
Federico García Lorca

Yo ya me olvidé de ti y hasta mis palabras no quieren jugar
contigo. Los verbos no se comprometen al amor y quieren
llover sobre el alcohol hibernado. Pero yo no quiero lloverte,
sólo dejarte una sábana embebida de amor. Y sudan los verbos, se humedecen, sudan consagrados.
Así, me olvide de ti, resbalándome en los participios,
atravesándome el infinito y la ira se iba calmando desconsolada
en subjuntivos íntimos, desesperadamente estoy en los verbos,
que se hospedan en las vísceras no resucitadas, desesperadamente
me alejo de ti. He tocado profundo en tu amor, victoria trascendente
e intensa. Y nada fue ojalá. No quiero escribirte más, ojalá.
Exultación de asonancias y métricas alteradas.
Y no te escribo a ti, solo me pronuncio a mí, pausadamente.
Estoy cansado de escribirte, estoy cansado de tus tildes,
de esa bebida en tus ojos. Cansado métricamente.
Y al corazón le daba igual, esperando en los tejados,
la despedida de lo inútil. Queman los verbos, como queman
la incapacidad y la ignorancia de tu vocablo.
Y me regalaste el aturdimiento, la nulidad de las vocales.
Me voy perdiendo en los verbos, me sigo abandonando,
desvaneciéndome en la concordancia no estimada.
Este juego es una tortura, pero ya no quema.
Te vas y te vas, y eso es júbilo de verbos transitorios
que adormecen la consagración de la existencia.
Te fuiste para siempre. Y para siempre fuiste huido.
Te has ido, siempre ido. No me he cansado, me cansa tu pena,
abiertamente en éxtasis me cansas.
El amor te olvidó.

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