¿Para qué sirve un profesor de Literatura?

Por Javier Calvo

A menudo, mis alumnos se quejan de la inutilidad de mi asignatura. Literatura no sirve para nada, me dicen. Y tienen razón, la Literatura es algo inútil. Lo que, sin embargo, no acaban de entender, es que la inutilidad es importante, y que utilidad e inutilidad no son realidades excluyentes, como a menudo se nos ha hecho ver, sino que, muy al contrario, se justifican la una a la otra, se necesitan mutuamente. Este supuesto es fácil de mostrar: uno compra una entrada de cine para, por ejemplo, ver una comedia y reírse. Comprar la entrada es un acto útil, mientras que reírse es un acto inútil. Las dos acciones, en cambio, lejos de estar enfrentadas, se retroalimentan, existen la una gracias a la otra. Son, sirva la metáfora, dos caras de una misma moneda.

Pese a todo, vivimos en un mundo enfermo de utilidad. Repleto de gente tan obsesionada con realizar acciones útiles, que al final ha acabado por olvidarse de lo más importante: buscar su sentido. Nuestras ciudades se han convertido en un cementerio de seres grises y carilargos, que cocinan la harina para no comerse el pan, que ensamblan aviones para nunca disfrutar de las nubes. ¿Para qué diablos habitamos un planeta repleto de rosas además de coles, de vino además de agua, museos además de parkings, poemas además de listines telefónicos?

Mi abuelo siempre me decía que no quería vagos en la familia, que yo debería ser útil a la sociedad para así no avergonzarle. La única utilidad de un profesor es hacer mejores a sus alumnos, más completos. No hay más. Y yo os digo hoy que debéis aprender a ser útiles, pero también os pido, por favor, que encontréis tiempo, de vez en cuando, para ser unos inútiles completos, unos inútiles redomados, devoradores de viajes, recibidores de abrazos, contempladores de atardeceres, disfrutadores de tartas. Solo aprendiendo a equilibrar utilidad e inutilidad, el trabajo con el regocijo, lo que "sirve" y lo que "es", podréis disfrutar alguna vez de una vida con sentido, de una vida plenamente humana. Si no, si decidís por el contrario actuar únicamente en el nombre de lo útil, viviréis, por supuesto que lo haréis, pero a medias, en el mismo plano existencial del sillín, la tuerca, el cordón de zapato o la hormiga. Y tendréis una vida incompleta. Y andaréis por esta ciudad muy grises y carilargos. Y yo, vuestro profesor de Literatura, nunca, jamás, me pararé a saludaros, avergonzado de no haberos servido para nada.

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