Hace unos días era fácil ver en los medios noticias sobre las elecciones italianas. En estas noticias, los principales temas abarcaban la retirada de Mario Monti –sin partido político alguno- y las críticas de Berlusconi y la prensa adicta.
Hagamos un pequeño repaso a los años pasados. Tras el fracaso en la gestión de Berlusconi y un par de escándalos sobre su persona, la Unión Europa “colocó” a un técnico llamado Mario Monti y fue durísimamente criticado por los “pasionarios” de diversos países, un fanatismo democrático que salió a flota en diversos países, especialmente en Italia y Reino Unido, la “cuna del liberalismo”.
Mario Monti asumió la dirección de un país arruinado y con fallos estructurales, falto siempre de financiación externa y cuya actividad económica más importante era el turismo y lo dinamizó con reformas, evitando rescates y financiación extranjera, dando seguridad y tranquilidad.
Todo muy bonito, ¿no?, sólo había un pequeño inconveniente semántico, Monti no era político, sino un mero técnico. Cuando nace una conciencia democrática, se enaltece y se repudia al mismo tiempo el poder del político. Mario Monti ha contribuido a la recuperación económica, pero todo tiene un precio, Monti tocó dos pilares de alta exaltación nacionalista: los regionalismos y administraciones y sobretodo, la institución eclesiástica.
Estos grupos exaltados, se agruparon en torno a un sector político, representado por la cúpula de Silvio Berlusconi, como ya he mencionado antes, uno de los llamados “políticos de crisis” como Zapatero y Sarkozy, pero político.
Valorando el tema dejando esta pugna italiana en un segundo plano, planteo la siguiente cuestión: ¿qué más hace falta?, vuelve un profesional incapacitado de gestionar y Monti abandona por el simple hecho de no pertenecer a una casta política incompetente, todo hay que decirlo, hoy en día. Pero no por imposición, sino por voluntad, por el miedo al cambio y a la influencia, el simple significado de una palabra, la diferencia semántica entre “político” y “técnico”, estas tendencias políticas nublan la vista, progresismo o tradicionalismo, izquierda o derecha, pero ¿qué será lo que realmente abarcan estos “tópicos” políticos?, se ha visto en los últimos años la nula capacidad de ambas tendencias.
¿Qué más hace falta para darnos cuenta? Es la verdadera pregunta, Monti representa a un trabajador de su país, competente y sereno, un trabajador que cualquier empresa privada querría, pero no se declara político, ¿de verdad es razón para renegar de sus avances? Éste es uno de los grandes fallos estructurales de la democracia, ya que si analizamos, la voluntad del pueblo no ha sido capaz de conseguir aquello por la que es escogida, cierta mejora en la situación económica al fin y al cabo, pero las directrices de unos técnicos impuestos externamente sí. Se podría llegar a la conclusión de que es mejor dejar el poder de la gestión al que esté más preparado para ello y pueda ejercerlo correctamente por naturaleza, pero: ¿qué más hace falta para darnos cuenta?