La locura ideológica


Se dice que las distintas ideologías que campean por nuestra sociedad son postulados o fundamentos con los que se identifican los partidos políticos existentes para poder regir las instituciones estatales de un pueblo o país. Nos estamos pues refiriendo a sistemas, esquemas cognitivos, “ideas y sentimientos que guían nuestro pensamiento a la hora de interpretar cómo es el mundo y los fenómenos sociales que se producen” en él.

Dichas ideologías se reflejan en determinados comportamientos colectivos; no obstante, las que conocemos no han existido siempre; llegado su momento, estás crecen, disminuyen, se trasforman e, incluso, pudieran llegar a desaparecer, hoy trasformadas en corrientes o partidos políticos, tales como: El conservador (incluida la extrema derecha), El liberalismo, El socialismo (dentro del socialismo Anarquismo y el Comunismo) y la Socialdemocracia.

Se dice que en España tenemos un sistema democrático "que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”; no obstante, en España, cada vez se percibe con más claridad que andamos de mal en peor porque no se está actuando de forma democrática en algunos casos: "una democracia busca el acuerdo, el consenso"; ya que, algunos políticos, no se ponen de acuerdo con lo que el pueblo soberano ha elegido; y otros jalean a la sociedad cuando no se impone su voluntad minoritaria.

En tales casos, concretos, estamos llevando un comportamiento antidemocrático: el que suele "apoyarse en algún tipo de pensamiento elitista": Como claro ejemplo está Cataluña, pues existe una voluntad partidista que está causando una degeneración de la democracia u oclocracia e, incluso, derivando en peligrosos populismos.

También se están tergiversando algunos hechos que dicen ser ampliamente democráticos cuando son todo lo contrario: ponen en peligro a la ciudadanía que no comparte sus ideas... el cóctel molotov pues esta servido y lo potencia la falta de respeto y el incumplimiento de las leyes de un gobierno que no actúa por miedo, por intereses partidistas, por confusión de ideas, etc.

Se avecina una catástrofe motivada, entre otras cosas, por el individualismo atroz existente, el encone político y un progresivo desmembramiento social: hombres contra mujeres, la izquierda contra la derecha, los no creyentes contra los creyentes; los catalanes, vascos... que no quieren ser españoles, contra los nacionalistas. Es nuestro país un volcán en erupción, a punto de estallar, cuajado de envidia, rencor y odio, sin añadir las distintas problemáticas que nos llegan del extranjero: el Brexit, cambio climático, la inmigración, etc.

Cabe imaginar que ciertos comportamientos intolerantes vayan in crescendo a medida que avancemos en el siglo XXI, incluso se corre el riesgo de que estalle una guerra debido al constante enfrentamiento ideológico.

Si nos fijamos en la naturaleza el oro no se da en estado puro, ni la plata... Los elementos están mezclados, formando distintos cuerpos, cada uno diferente enriqueciendo nuestro planeta. Si el ser humano respetase la diversidad y se pusiese a trabajar en los muchos aspectos que nos unen o deseásemos cambiar, entonces formaríamos un cuerpo o equipo social, con diversas y enriquecedoras características. Mas bien por suerte que por desgracia aún no se ha conseguido borrar de la faz de la tierra a los que piensan de forma diferente, y, por ese simple detalle, ha habido siempre guerras; tampoco, hemos tenido en cuenta que el enfrentamiento nos empobrece y retrasa (tan solo algunos salen ganando más de lo imaginado).

En todos los países ha habido y habrá sus constantes pugnas ideológicas; Walter Lippman, comentarista político estadounidense, dijo que “donde todos piensan igual nadie piensa mucho"; no obstante, las distintas ideologías que en gran parte de los casos sirve para ayudar a un país, en otros momentos han sido utilizadas para la dominación: “La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas con otros medios” (Mario José Diego Rodríguez / Sindicalista jubilado).

La política puede ser utilizada como arma de doble filo: vale para gobernar un país y en algunos casos para imponer ciertas voluntades. A día de hoy es un gobierno en coalición lo que, probablemente, impediría el enfrentamiento entre las antiguas divisiones; no obstante, los que estamos presenciando muy a menudo son tretas de políticos que prestan más atención en conquistar el poder que en solucionar los males que acaecen a nuestra sociedad: Somos los españoles de a pie los que clamamos nuestros derechos generales, mientras algunos políticos negocian sus intereses particulares.

España se consume, empobrece y encona ideológicamente, porque los que pueden cambiarla no tienen prisa, priman sus acuerdos; a la hora de votar nos venden humo: nos preparan para ser pura yesca o fiel camorra: Su baile campal: Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás: ¿No es muy antigua La Yenka, como canción?

Escuché por la radio a una señora que decía que para poder subsistir con su escaso sueldo se había trasladado con sus hijos al pueblo; está añadía que los chicos no estaban tan expuestos como en la capital con el tema de las malas compañías (en el pueblo también se consume droga, señora, y se bebe lo suyo).

Tengo la sensación de que, en el siglo XXI, pronto estaremos viviendo como en la preguerra, o principios del siglo XX: en un claro retroceso social; hasta me pregunto si nos interesa más la imposición ideológica, o el desempolvar los viejos rencores de antaño, que preparar el inminente futuro de nuestros hijos; porque, a este paso, la intolerancia u obsesión política del país, está deteriorando nuestra sociedad: Abandonemos los odios y rencores del pasado que nos conducen a la guerra, forjemos un presente solidario por el bien de nuestros hijos.

Y, para los que no sepamos ni queramos ni nos traiga cuenta perdonar, devolvamos el golpe de antaño: luchemos por nuestras viejas ideas; seamos “para mi política” pura y dura yesca: la fiel camorra, convertida en ira y, acrecentada, en locura ideológica: Volvamos pues al baile campal, sin tener o perder el tiempo para pensar: Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás... (bis).

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