Presentación innecesaria de una obra necesaria: 'Álvaro Mutis como un pez que se evade' de Rodríguez-Bustos JC

Una cabeza coronada con las flores mustias del estío. Y el hastío da fe de una literatura hecha en la tierra tórrida, bajo el vaho omnipresente y abrazador de una tarde canicular y eterna cuyo sopor nunca muere. Ni siquiera la noche promete su fin; el calor se agazapa en los rincones para saltar sobre el pecho y hacer del quebradizo sueño la pesadilla de quien no duerme ni logra despertar. Al oscilar entre el tiempo del astro y el de la lluvia, permanece ajena al ciclo total de las estaciones que recirculan entre la muerte y la resurrección. Es siempre una modesta literatura de desastres y naufragios menores. Arte sutil del que reflota y pervive al embate de verdes corrientes que todo lo arrastran hasta desembocar en la locura, la muerte o el hastío.

La literatura de tierra tórrida refleja un ciclo trunco; anomalía en el fluir de un tiempo que gira sin completarse mientras desgrana el racimo de días que se suceden, iguales, unos tras otros, con rítmica periodicidad, con monótona cadencia. Por eso en sus páginas “siempre es lunes, siempre es marzo” (Gabo). Siempre un largo día caluroso, sometido a leves variaciones imperceptibles que no consiguen alterar la parsimoniosa marcha. Solo los frutos del verano dan cuenta de la sutil variación: la lluvia, el río y la noche maduran y se desgajan, caen como prueba de que el mundo gira, respira y se agita mientras desgasta el armazón de ese barco; símbolo de todas las cosas que sucumben bajo el salitre.

JC dice que la obra de Mutis crece entre el río, la noche y la lluvia. Más allá del río, la noche y la lluvia, Mutis se sabe prisionero de un eterno presente despojado de gloria y grandeza, por eso añora un pasado mejor, poblado por las hazañas y palabras legendarias de viejos héroes e hidalgos al servicio de un orden superior. La literatura de tierra tórrida se escribe en un tiempo pasado que fue mejor. Para Mutis toda ficción se escribe en un pretérito eterno y feliz. Por ello, en la literatura de tierra tórrida ocupa un lugar privilegiado la memoria –individual y colectiva–. El origen del relato no está en la imaginación; acecha en una falla de la memoria. La literatura, toda literatura, surge allí donde la memoria añora, traiciona, adorna o deforma. No hay literatura sin olvido ni traición... Mutis lo sabía muy bien.

La memoria es ese material precioso del que están hechos los hombres, la literatura y el tiempo. La literatura es sólo otra forma del tiempo que se manifiesta como percepción y anhelo de duración –idea que quizás le debemos a Bergson–. La memoria se niega a creer que aún antes de escurrirse entre los dedos el agua ya era otra. El tiempo desfigura el rostro de todo lo que persiste. El olvido es la inhumana regla. Los tres caminos del tiempo son los únicos que la literatura conoce y recorre: la resurrección del pasado glorioso, la captación del instante presente o la vislumbre de lo porvenir –Paz nunca dejó de hablar sobre esto–.

Mutis se ubica –según JC– entre quienes elevan sus ojos y claman al cielo –o al Olimpo, qué más da– mientras piden que se complete la circunferencia del ciclo trunco... piden el retorno del pasado feliz, piden que el uroboros se muerda la cola y todo vuelva a empezar una vez más... Mutis sabe que la literatura no lucha contra la muerte ni la conjura. La idea es simple: se recibe la muerte con estoica resignación, pero se lucha contra la posibilidad de ser devorado por la negra boca del olvido definitivo. El olvido es cosa peor que la muerte. El olvido es la muerte definitiva que cae sobre quienes han sido infieles a su destino. Solo queda aferrarse hasta el último aliento, hasta el amanecer, a ese destino, literario o prosaico, que se encontraba ya escrito y nos fue impuesto.

La imposibilidad de recuperar el orden perdido sume a los personajes mutisianos en inútiles faenas cuya consumación, éxito o fracaso son sólo accidentales e incidentales. No eligen sus batallas, pero se saben obligados a luchar en todas y cada una de ellas hasta el final, hasta la última gota de sangre y sudor, hasta desembocar en el estero de la muerte. Es verdad, todo está perdido y tras la batalla “todo (re)tornará a su sitio usado y pobre” (Mutis). Es verdad, solo contemplamos ruinas. No por ello cesa la memoria de reanimar mitos primigenios y elementales de lluvia y resurrección, de pasado y felicidad, de una brújula que vence a la muerte.

En el camino de quienes son fieles a su destino, confundido entre la romería, JC avanza mientras espera la salvación por la palabra. Se le ve disfrazado de escriba, lampista o farero, por eso su obra arroja luz sobre una diminuta porción del mundo que va desde Homero hasta Mutis y el inhóspito territorio que entre los dos se extiende. JC pretende salvarse al salvar los restos de un naufragio. Toda la obra de Mutis es naufragio. Toda línea sobre Mutis o su obra es también naufragio. Quien pretenda escribir sobre Mutis o su obra deberá iniciar por demostrar que tanto el primero como la última en realidad existieron; de lo contrario, deberá inventarlos. Álvaro Mutis como un pez que se evade es la invención del naufragio. Con los restos que han llegado a la orilla, JC levantó un inventario que describe la obra mutisiana:

a) Es reaccionaria. Añora el retorno de un pasado glorioso y feliz. Se inscribe así en el mito sobre una época de oro ya perdida.
b) Desconfía de toda promesa sobre un futuro feliz. La esperanza en el porvenir sucumbe ante la infamia y mezquindad de quienes han falseado el sentido de las verdades vitales.
c) Toda empresa humana –incluida la literatura–, todo anhelo y todo deseo son vanos, van del naufragio al desastre y la derrota. Sólo batallan el puñado de hombres que son fieles a su destino.
d) Las hazañas de ese puñado de hombres no deben caer en el olvido. El olvido que es cosa peor que la muerte. La literatura perpetúa así un pasado glorioso hecho de heroísmo e individual singularidad.
e) Literatura y vida se aproximan hasta confundirse. Se ficcionaliza la vida, no como evasión, sino como resistencia.
f) Es mística y pagana a su manera. Igual eleva los ojos al cielo que a la cima del Olimpo.
g) Es regia por vocación y ácrata por convicción. h) El elemento cíclico anuncia el renacer de lo mismo. Desprendidos por su peso los frutos del verano caen y todo vuelve a empezar: la batalla recomienza y la lluvia anuncia que aún vivimos.

Este comentario estaría incompleto sin los datos biográficos del autor. Basta por ahora con decir que Rodríguez-Bustos JC no existe, que se ha diluido en su obra, que se sumergió en ella y nunca más volvió. Debemos saludar con alegría este libro que no sólo (re)valora la invaluable obra del Álvaro Mutis, sino que además contiene uno de los ejercicios de crítica literaria más fecundos que se han escrito sobre un puñado de libros que son también, a su manera, toda la literatura posible.

J. F. Palma Arismendi

¿Qué te ha parecido?

Artículo anterior Artículo siguiente


__________


¿Te gustan los contenidos de LETRA LIBRE? Forma parte y aporta lo que quieras.


¡GRACIAS!