Vida


Pesó tres kilos doscientos gramos, y desde que nació parecía que Dios la había dotado con una permanente sonrisa en sus labios que hacía derretir el corazón de aquellos a los que conoció. Sus vivarachos ojos color miel resplandecían como centellas con esa mirada intensa que a más de un caballero hizo temblar y alterar el más intrínseco yo.

Niña modelo, solo trajo alegrías a su madre soltera que con sacrificios la sacó adelante. Ella, al besarla cada noche cuando se iba a dormir, pensaba que merecía la pena darlo todo por su hija. Había nombrado bien a la pequeña llamándola Estrella, ya que era el lucero que proporcionaba brillo a sus días.

Desde pequeña mostró un talento por las Matemáticas y la Música, venciendo en toda sarta de concursos escolares y universitarios. Se graduó cum laude, siendo la primera de su promoción, y tras ello se dedicó a una carrera vertiginosa de éxitos que le llevaron a ser galardonada con el premio Nobel de Física, que supuso un avance enorme de la Humanidad en la carrera espacial.

Madre de tres y abuela de ocho, su familia no la recordaba por su exitosa vida como científica, sino por ser el ser más tierno, compasivo y auténtico que jamás conocieron…

Pero nada de esto ocurrió, su madre en la novena semana de gestación decidió abortar. No le convenía. No importaron los latidos del corazón de ese pequeño embrión del tamaño de una uva, su estructura básica ya estaba formada, al igual que sus órganos sexuales, los ojos, nariz, oído ya se podían distinguir; pero para su madre eso era su cuerpo, y decidió extírpaselo como si fuera un grano molesto.

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