Réquiem por la opinión pública


Dijo Alfonso Ussía , y con ello se equivocó profundamente, "Acabar con el terrorismo con manifestaciones, es como curarse la tos rascándose los cojones". Porque no se trata de que las manifestaciones puedan acabar con el terrorismo. Más bien se trata de que los partidos políticos, todos de común acuerdo, han dedicado sus más ímprobos esfuerzos en estas dos últimas décadas a manipular (pasó con el 15M) e incluso terminar (2008, fin de las manifestaciones contra las concesiones del gobierno Zapatero a ETA, giro copernicano del PP) con todas aquellas manifestaciones espontáneas que representaban las inquietudes más profundas de la sociedad respecto al poder político y los acontecimientos. La maniobra orquestada ha dado el fruto buscado. Hoy no existe la opinión pública, entendida ésta como el sentir de la inmensa mayoría.
Un ejército de minorías subvencionadas con dinero público y alentadas desde la generalidad de las plataformas mediáticas forman un coro plañidero y agresivo que sustituyen a la voz del pueblo.
Las quejas desvergonzadas e hirientes y el victimismo han sustituido a la justa reivindicación. El sentimentalismo ha sustituido a la razón. Ya tenemos a la sociedad bien calladita. Las únicas manifestaciones que "nos permitimos" son aquella de los colectivos victimistas: LGTB, feministas, animalistas, pacifistas, ecolojetas. Sólo el marxismo cultural tendente a destruir la civilización occidental tiene voz. Ese es nuestro problema.

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