Scope


Se había atrincherado en lo alto de una torre, desde allí lo dominaba todo, podía ver a todos los transeúntes. Estaba esperando el momento adecuado, cuando la plaza estuviera abarrotada de gente y aquella masa humana fuera como un buffet que alimentara todos sus odios.
Había planeado hacer algo así por mucho tiempo, y las últimas noticias de la televisión fueron el detonante que le motivaron a tomar semejante decisión. La manifestación pacifista sería su escenario perfecto. En su fantasía programada incluso había calculado una vía de escape. Ahora haría sus sueños realidad.

Racismo, homofobia, xenofobia, ideologías políticas… todo eso lo emponzoñaba, haciéndolo sentirse un ser superior con toda la razón. Su modo de entender la vida y la sociedad debía de ser axioma para todos, y estaba dispuesto a hacer una purga con todo lo que no se ajustara a sus barómetros. Hoy él era Dios, y determinaría la vida y la muerte.

Cargó su rifle automático con la munición, besando las balas antes de ponerlas en el cargador. Tenía experiencia en esos menesteres, había sido francotirador en el ejército, del que se había licenciado deshonrosamente tras el consejo de guerra por el asalto sexual a una compañera de armas. Su carácter pendenciero le había traído más de un problema en su vida.
Posó el arma en su hombro y empezó a mirar por el scope. Observaba a sus posibles víctimas y sonreía, hombres, mujeres, niños. Era su santa voluntad lo que determinaría si les perdonaba la vida o los mandaba al camposanto. Usaba balas explosivas por lo que se deleitaría explotando cabezas, y esta vez no usaba silenciador, quería una audiencia horrorizada, deseaba sembrar terror, pánico, que la gente corriera como cucarachas para que la caza fuera más un reto «deportivo» con la diana en movimiento.
Escogió su primera víctima, un policía, era como aquel que le arrestó en el ejército, de una raza distinta a la suya, un inmigrante seguramente; se dijo para sí mismo «tiene cara de maricón». Apretó el gatillo y sus sesos explotaron en la cara de su compañero. Primeros gritos y carreras en la multitud. Otro disparo, otro más… Ya la muchedumbre corría en todas direcciones buscando cobijo, mientras seres humanos se desplomaban en el suelo.
La policía pedía refuerzos a la vez que trataba de poner a la gente a salvo, y él reía en el caos, ̶̶̶ esos idiotas disparando sin ton ni son contra él sin ni siquiera saber donde estaba atrincherado ̶̶̶ Fue una hora de placer, ya llevaba quince. Su scope le acercaba a la víctima, y decía «bye, bye» con socarrona mofa antes de disparar.
Era infalible, todo era perfecto lo había calculado milimétricamente y ya era tiempo de darse a la fuga. Salió de su atrincheramiento y en otro scope él se convirtió en el centro de la mirilla. Un disparo certero entre ceja y ceja acabó con él.

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