Nunca hubo paraíso


Nunca hubo paraíso. Y nunca lo habrá.

«La provincia es una invención de París: ¿seguiría habiendo un País Vasco si los turistas parisinos no lo hubieran descubierto?»
Y antes: «Nos distinguimos de la capital únicamente por sutilezas. Cuando queremos definirnos por contraposición a ella, somos los primeros que la estamos tomando como medida; en este terreno, sin embargo, estamos derrotados de antemano.» (Cosa esta última que la Historia ha demostrado no ser siempre y continuamente cierta).
Y antes:«Porque esta cultura, significativamente clasificada como regional, no sirve para justificar la vida, sino la muerte. Nuestros padres no eran regionalistas, eran, simplemente, paisanos; no vivían mirando al pasado, sino al presente: se gobernaban, trapicheaban y rezaban, y el esplendor de las formas se les daba por añadidura. (...) Cuando queremos distinguirnos- y como sabemos que somos cada vez más iguales, ponemos cada vez más empeño en ello-, tomamos prestado el guardarropa de nuestros bisabuelos.»

EL JARDÍN DE BABILONIA
Bernard Charbonneau, 1944 aproximadamente.

Está retratando de alguna manera el origen de lo bucólico-pastoril del nacionalismo de lo pequeño, caduco e inexistente- porque lo ancla a un sentimiento que nunca estuvo presente en la sociedad auténtica de ese pasado, auténtica como para sentirse y expresarse positivamente y sin referencia a otras- que seguirá al Romanticismo. Del Romanticismo parte el nacionalismo moderno y de él toman los regionalismos el tratamiento onírico de la Historia como justificación. Ciertamente no es un fenómeno del todo novedoso: la Historia de Europa -y en concreto la de Países Bajos y Alemania- usan al negativo -el otro- para definirse. Pero lo característico de esta nueva hornada de nacionalismos disgregadores es la fijación respecto no ya a un pasado glorioso presentado como el gran río que habría de desembocar en «esta realidad» de forma misteriosamente predestinada (y a este respecto es muy adecuado comprender lo que la predestinación significa para las religiones protestantes), sino la nostalgia de un mundo que desapareció antes de haber nacido a la conciencia. La Revolución Industrial dio al traste con la supuesta riqueza de sentidos que respecto al universo duro y hostil el ser humano que lo habitaba nunca sintió. Para dar paso a un universo quizás peor y más hostil... o tal vez no. Nunca hubo paraíso.

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