Sólo una pequeña reflexión


Un problema tiene dos resoluciones: o se soluciona o no se soluciona; se resuelve o no.

Aunque parezca una verdad de Perogrullo, algo trivial, distinguir ambas realidades es clave para actuar con objetividad y racionalmente.

Si, además, a un problema le agregamos la carga emocional de lo que “hubiera pasado si…” a toda esa batería de situaciones colaterales en torno al problema, el problema, en sí mismo, crece hasta el infinito. Sería, como se dice vulgarmente, “ahogarse en un vaso de agua”.

Conversar con alguien quien agrega al problema en cuestión todo tipo de consideraciones emocionales, su propia angustia ante situaciones vividas, su desesperación, anula cualquier posibilidad de diálogo en virtud de que el tema que se está abordando es presentado desde lo emocional y no desde el hecho concreto y conduce la discusión a un terreno puramente irracional en donde surgen cualquier cosa menos los argumentos.

Dialogar o discutir un problema desde la descripción objetiva del hecho permite varias cosas:
  • Analizar con objetividad la gravedad (o no) del problema
  • Encontrar una solución
  • Evitar la angustia de una realidad tergiversada por la vorágine de las emociones que, en general, suelen crear situaciones confusas, fantasmagóricas y aterrantes.
A veces, el vértigo con el que vivimos, impide hacer una pausa para reflexionar la gravedad o no de un problema.

¿Cuántas veces, transcurridas unas horas del problema, nos ha pasado sentir la pérdida de tiempo que fue haber estado tratando de lidiar con una situación que terminó siendo el producto de emociones descontroladas?

Eso me lleva a pensar ¡cómo se asesinan los minutos que la vida nos regala a diario!

Es de advertir que esta vorágine nos sumerge en un carrusel de vértigo que nos impide distinguir algo fuera de él excepto aquellos objetos que se encuentran girando con nosotros.

Indudablemente es un ejercicio que se debe practicar asiduamente pero entiendo que, cada uno, individualmente, es responsable de frenar esa fuerza centrípeta que nos expulsa fuera de nosotros mismos así como también esa fuerza centrífuga que nos hunde en el vacío y la confusión.

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