Matemática y Literatura


A veces alguien sonríe incrédulo cuando le respondo que las matemáticas me ayudan a despreocuparme y liberan mi mente de estrés.

¿De qué narices «desconecta» uno? Es una buena pregunta que puede cada cual hacerse.

De forma radical, la matemática se diferencia del resto de disciplinas en su perfección. Esta característica emana de un hecho tan singular que en sí mismo debería negar el carácter científico de la matemática: la matemática es el lenguaje mismo de la ciencia. Es anterior e inmune al empirismo (a la experiencia), irrefutable por cualquier realidad física; por añadidura, trascendente a la vez que inmanente al mundo (trasmanente). La matemática es el lenguaje mismo de la ciencia, pero no es ciencia. En tanto que verdad absoluta (por lo tanto no subjetiva), no es ciencia. No sólo eso. Es mucho más: la matemática es también la literatura de la ciencia. ¿En qué sentido afirmo esto? La matemática no se limita a describir modelos ideales a los que más tarde aproximamos sistemas físicos, biológicos, sociológicos, económicos, demográficos, etc, etc. (*). La matemática no se agota en el mundo físico. Existe una cantidad inagotable de entidades matemáticas que no encuentran asiento en la materia: ellas son las verdaderas entelequias. De este modo puede afirmarse que la matemática es para el mundo físico la vigilia y también el sueño, la realidad pero también la imaginación lógica.

Para muchas mentalidades el límite es la realidad; éstos aborrecen la imaginación. Son personas que no leerían a Julio Verne. Para muchas más, el límite no existe; para ellos no hay mesura o, dicho de otra manera, el desacuerdo en las proporciones de las magnitudes en liza no supone un disgusto, un hastío o el aburrimiento mismo. Son personas que entienden a Supermán y a Son Gokū. Hay un tercer tipo de personas entre las que me incluyo. Cuando leemos literatura fantástica esperamos encontrar una lógica: la llamamos coherencia. Entendemos universos que no se rigen por las mismas leyes matemáticas que imperan en el nuestro, mas lo importante es que se rigen por sus propias leyes matemáticas. No todo vale, ni siquiera para Dios. Del debate teológico que pasa por Leibniz, Einstein, Spinoza, Pascal, Kant, Habermas y Hegel, Descartes o Freud, por nombrar a algunos, me quedo con que Dios no juega a los dados con el universo.

Antes me preguntaba qué cosa es esa de la cual desconectamos. La vida es especulación que no cesa (hasta que llega la muerte). La especulación es una incertidumbre en la meta del conocer, una dificultad insalvable que finalmente se conforma con una respuesta a medias. Es un pensar-conocer, un creer voluntarioso, una probabilidad. No es una certeza. La matemática es un vasto territorio real e irreal que está dado previamente; de las fuerzas del caminante dependerán los límites a los que llegue la personal exploración. En la matemática resuena indócil la idea de un orden teleológico. Bien mirado, parece existir en ella una impresión de consuelo...Su naturaleza objetiva, asequible a todo canal de inteligencia y por supuesto al humano, pone la finalidad a salvo de la súplica humana por la necesidad de consuelo (a salvo del criterio antrópico)

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* Es irrelevante para lo que estoy argumentando decir que el modelo matemático sobre cualquier sistema que se desee modelizar sea previo o posterior al fenómeno objeto de estudio/observación. De paso, no está de más apuntar que cualquier avance producido en el conocimiento matemático es un descubrimiento, nunca un invento.

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