Tirso de Molina

Biografía

Gabriel Téllez (Madrid, 1579-Almazán, Soria, 1648), conocido en el mundo literario con el pseudónimo de Tirso de Molina, tuvo una andadura vital, a diferencia de Lope de Vega, con pocos sobresaltos y estridencias. De origen humilde ingresó de joven en el convento madrileño de la Merced para profesar un año después en el de Guadalajara. A partir de este momento su vida irá ligada a los designios de sus superiores, cuyos dictados Tirso cumplió siempre con dignidad y obediencia. Recorrió un buen número de conventos mercedarios (Guadalajara, Toledo, Soria, Segovia, Sevilla, Trujillo, Cuenca, etc.) ocupando el cargo de comendador en alguno de ellos. Junto con Madrid fue Toledo la ciudad preferida de Tirso. En la ciudad del Tajo, al principio de la segunda década del siglo XVII, pasó nuestro escritor una de sus épocas más felices: entregado a su vocación religiosa, a la lectura, a la producción teatral, a la enseñanza y al trato con los amigos. En esta ciudad se encuentra cuando es seleccionado para una misión pastoral en la isla caribeña de Santo Domingo (1616-1618). De este modo, Tirso es uno de los pocos escritores barrocos que tuvo la oportunidad de conocer de cerca la realidad del Nuevo Mundo. A ella se referirá en algunas de sus comedias, sobre todo, en la Trilogía de los Pizarro (1626-1629) y en la Historia general de la Orden de la Merced (1639), obra que Tirso escribe en su condición de cronista general de la Orden.

El único suceso grave en esta biografía sin estridencias ocurre en 1625 cuando la Junta de Reformación de las costumbres ataca al mercedario por dedicarse a escribir «comedias profanas y de malos incentivos». Ello le obliga a Tirso a trasladarse fuera de la corte, en concreto a Sevilla. Años después (1627-1636) aparecen, hasta un total de cinco, los sucesivos tomos o partes que recogían el grueso de su producción teatral, así como su miscelánea de carácter religioso Deleytar aprovechando (1635), de estructura parecida a su gran miscelánea profana los Cigarrales de Toledo (1624).

Tal vez afectado por el episodio de la Junta de Reformación y por las presiones recibidas dentro de la Orden, Tirso abandona lentamente la producción de comedias y textos profanos. Sus últimos años los pasa como comendador del convento de Soria. Y a principios de 1648 cae enfermo en el convento soriano de Almazán. Fallece hacia el 20 de febrero, y recibe sepultura en la capilla de enterramiento de los frailes.

Tirso de Molina supo armonizar a la perfección su condición de fraile mercedario y de escritor de comedias, de las que llegó a escribir cerca de cuatrocientas según su propia confesión, aunque sólo nos han llegado unas sesenta. Dentro de la historia de la comedia española constituye una de las cumbres junto con Lope de Vega y Calderón de la Barca. Siempre se mostró orgulloso de su talento literario y defendió con ahínco la comedia nueva frente a los ataques de los moralistas y de los clasicistas. En su opinión, la comedia se configura como un espectáculo total y globalizador capaz de atraer a todos lo espectadores de los corrales de comedias. La tarea del comediógrafo ha de ser la de entretener, divertir, provocar la admiración de ese público heterogéneo, exigente y bullicioso. Y es precisamente ahí donde radica el valor fundamental del teatro tirsiano, en haber elaborado unos mundos cómicos, unas acciones coherentes y complejas, un universo de burlas y enredos admirable. Lo que sobresale, pues, en el teatro tirsiano es el humor refinado, las situaciones atrevidas, el gracejo de los personajes rústicos y de los criados urbanos, la atmósfera de juego y diversión que reina en buena parte de su producción teatral, en fin, la riqueza de los medios lingüísticos plagada de creaciones originales. A este propósito vienen bien las palabras que su gran amigo Juan Pérez de Montalbán dejara escritas en los preliminares de la Parte IV de las comedias de Tirso, en las que elogia las piezas teatrales del mercedario del siguiente modo: «lo sentencioso de los conceptos admira, lo satírico de las faltas corrige, lo chistoso de los donaires entretiene, lo enmarañado de la disposición deleita, lo gustoso de las cadencias enamora, y lo político de los consejos persuade y avisa, siendo su variedad discreta como un ramillete de flores diferentes que, además de la belleza y la fragancia, aficiona con la diversidad y la compostura».

Todas esta características están presentes en sus comedias más conocidas y admiradas: Don Gil de las calzas verdes, Marta la piadosa, El vergonzoso en palacio, La villana de la Sagra. Bien es cierto que Tirso también escribió piezas teatrales serias, entre la que destacan El burlador de Sevilla y convidado de piedra, la pieza que más fama le ha dado al llevar a las tablas al mítico don Juan Tenorio, El condenado por desconfiado, La prudencia en la mujer, y otras obras inspiradas en las Sagradas Escrituras o en la Historia de España.

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